Incertidumbre...
Cada vez va haciendo más frío
y puedo sentir cómo poco a poco mi piel palidece y se agrieta.
Como el sonido de una tiza que
al contacto con un pizarrón va chirreando insoportablemente;
de mi boca va brotando un fantasma
que reemplaza todas mis palabras y mi cálido aliento.
Aquel paisaje blanco cual si fuera pluma de paloma
recién llegada al arca con su hoja de olivo verde,
parce no tener fin, y me embriaga un pesimismo histérico;
los árboles, más grandes y macizos que nunca
se veían vacíos sin sus hojas verdes, brillantes y vivas.
Las nubes, mirando prepotentemente desde su refugio celeste,
se burlan de mi al arrojar sus frías lágrimas a un ingrato como yo.
Los ruidosos sonidos de aquel silencio acosador,
rompen la niebla que se acumulaba en el horizonte.
Todo ese paisaje, tan nuevo y misterioso
despertó inseguridad e incertidumbre en mi bombeante corazón.
Tanto silencio abruma, tanto misterio harta.
Intenté agarrar el aire como si se pudiera tomar,
y con un torpe movimiento
terminé congelada en aquel colchón frío y blanco;
y me cansé, y vi al cielo...
por primera vez pensé cómo debe sentirse ser una estrella;
tan brillante y ajena al dolor que contamina la Tierra,
pequeñísima como ella sola desde un punto de vista
y tan lejana de todos los hombres...
Al igual que mis sueños que se desvanecen y se inmaterializan
por este juego de perspectivas que nunca entendí.
Aquellas luciérnagas celestes se burlaban de mí,
mientras yo las admiraba, pues eran mi única compañía.
Resignada a todo el paisaje que me rodeaba
esperé a ver qué pasaba
y un amanecer de colores saturados
incendiaron mi corazón de cálidas tonalidades
y ahí surge mi primer atisbo de esperanza.
Al segundo, como si nada, brotó de aquella nevada asesina
el lirio más hermoso.
