Kaotica

11 de abril

Me despierto, y el calendario marca otro día sin ti.
Tu voz resuena en mi cabeza,
pero tus nudillos ya no tocan el marco de la puerta.
 
Feliz cumpleaños, abuelo,
hoy la nostalgia me abraza como el sol al final del día.
Le lanzo un beso al viento,
para que lo lleve hasta tu mejilla,
y aunque tu ausencia deja una herida,
siento tus manos, siempre firmes, siempre sabias,
guiando mis pasos al compás de los tuyos, manteniéndome viva.
 
Aún escucho el galope de tus dedos sobre la mesilla,
y en las mañanas, desayuno en la sombra de tu silla,
convertido en mi lugar favorito.
Te fuiste, pero en mí no te has ido,
pues tu esencia queda suspendida en cada esquina.
 
Hoy es once y me pesa más que nunca, recordando los momentos donde el tiempo se detenía,
y el mundo, por un instante, era solo nuestro.
Pero sé con certeza que,
aunque no te vea, sigo caminando en tu huella.
Tus gestos y tu mirada fija se han grabado en mi piel,
como tinta que nunca se borra.
 
En este día que me arrastra hasta tu recuerdo,
y el llanto me invade como lluvia que no cesa,
puede que ya no compartamos el mismo espacio,
pero vives en cada uno de mis anhelos,
en cada palabra no dicha,
en cada atardecer que veo,
dándome consuelo.
 
Me detengo en los días grises, de este mes de abril,
y busco en el cielo una señal que me devuelva a ti.
Y aunque el dolor me abrace con desdén,
lo tomaré con amor,
como quien ama a quien ya no ve,
pues nada podrá deshacer el lazo que forjaste en vida,
entre tu alma y la mía.

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