Llueve dentro, aunque el cielo esté claro,
y el alma camina descalza en el barro.
El día amanece, la vida despierta,
pero en mis ojos... todo es niebla.
Las horas se arrastran como un lamento,
susurros lejanos de un tiempo muerto.
Las risas ajenas resuenan vacías,
y mi voz se pierde... como ceniza.
Soy sombra de un nombre que el viento olvidó,
un eco callado, un sueño sin sol.
Soy las palabras que nunca dijeron,
soy la nostalgia de lo que no fueron.
Si el mundo me mira, yo bajo la frente,
si el mundo me llama, me escondo en mi mente.
Porque hay días que pesan, que duelen, que rompen,
porque hay noches que queman... aunque nadie las toque.
Pero aún en la brisa un hilo persiste,
un hilo pequeño, pero que existe.
Tal vez en la sombra aún quede un reflejo,
tal vez en el polvo... renazca un sueño.
@ María José Luque Fernández