Son tres y trescientos
los monstruos de pared
Con filo de hachas
Con sangre azul entre los dientes
Y en las manos, los puños
Las sábanas, las almohadas
Son tres y trescientos
Avanzan a gotas, a trotes, a ecos
Y siguen a la mañana
Con sequía en el alma
Con inmisericordes caminos
destilando silencios al alba y embriagando el ser
Ah, si pudieran capturar solo un poco más que ayer
Pero son tres y trescientos
Y se agotan, nacen sin saber, existen sin saber y mueren sin saber
Corrompen silencios
Desgarrando al triste reflejo de un hombre que en su sombra
hasta el pellejo llora
Y pasaron
dando la espalda
Sin responder nada
Fueron tres y trescientos
Y al fin... se calmaron
Los ojos cerraron
y durmieron
y murieron