Tengo un alma de hábitos oscuros,
una subasta abierta
de aberraciones
que cruzan clandestinas
la frontera de mis sueños.
Un alma descarnada
que entierra los restos de su humor
con el avance del día
y festeja su atierre,
cuando la que vence es la noche.
Un alma inhumada,
una boca cenicienta
insaciable del fondo
del desplazamiento
de la nada
que amaga el salto
exhibiendo la columna de su arrojo
completamente quebrada.
La madrugada deja escrita
una invitación al peligro
sobre el vapor de mi ventana.
Voy a correr el riesgo…
como corro las cortinas
para rechazar a tiempo
el sabor vital de la mañana.