Dijo mi padre: “Hay hombres nobles:
le dan el alma con la sonrisa
a cada prójimo, y la existencia
la llenan toda de poesía”.
Dijo mi padre: “Y hay hombres hoscos,
hay hombres bárbaros, nuevos Atilas:
los que atropellan, los que maltratan...
Nos amedrentan, nos atosigan...”
Yo, como niño, sigo la senda
de los que quieren hacer el bien,
y no sintiera dicha más grande
si en mi mañana llegara a ser
un hombre bueno –nada cobarde–
que sea el mismo niño de ayer.