ESPIGAS NEGRAS
Hoy he jugado con ellos me los enredé entre los dedos
huelen a selva madre con feromonas de tus pechos.
Ahítan mi hambre de tu sombra y de tu boca
que degusto como un exquisito manjar de dioses.
Me enamore de la larga hebra de tu pelo
que hace parte de tu cabellera negra y frondosa.
El nido de los laberintos donde pueblan
todos esos caminos sin tiempo que transitas.
Cuando tengo tus cabellos entre mis manos
se me escapan furtivos y rebeldes.
Porque ellos no son de trenzas ni moños
les gusta la libertad que el viento les da.
Así cuando juegas hacer jinete
cabalgas sobre mi cintura, dejas caer tus hebras;
las humedezco con mis besos.
Son cuchillos negros de una suavidad inquietante.
Ya en reposo sobre mi almohada
o en el envés de mi brazo
parecen finos hilos de carbón sin su llama
tienen la pasividad del verdugo que descansa.
Tú me permites acariciar tu cabellera;
es más, de lo que quisieran muchos.
Tengo en mis manos el aceite
para que relumbren como si untara cera.
Cuando la noche cae sobre tus espigas negras
y la luna celosa su taciturna lumbre encabrita
dibujando en tus cabellos fantasmas
que me persiguen irresolutos buscando enamorarme.
Son míos desde la raíz hasta la cascada de tu cintura
Son míos y aunque no los pueda contar, son millares.
Todos juntos son un agujero negro en tú constelación
¿Quién pudiera ser la estrella que engulla tu abismo?
Hoy he jugado con ellos me los enredé entre los dedos
huelen a selva madre con feromonas de tus pechos.
Ahítan mi hambre de tu sombra y de tu boca
que degusto como un exquisito manjar de dioses.
Cada hebra es mía desde la raíz hasta la cascada de tu cintura
cuando juego con ellos invento que tejo una barca.
Ellos caen sobre mi cara como una madeja de hilos negros
y te los devuelvo humedecidos en nacaradas caricias.
Ellos son el agujero negro en la constelación de tu cabellera
son como estrellas negras con luz propia. Si están quietos
se que duermes y esperas que los despierte
para un largo viaje en el que desandamos los misterios.
