En el fuego está el consuelo para superar el dolor de lo que nunca pudo pasar.
Del tiempo que llevo reflejándome en el pesado espejo que se posa en mi recámara, me empiezo a fatigar, pues lo que recordaba de mi rostro se empieza a desvanecer. El vestigio de tus gestos me acompaña, a pesar de que nuestras sangres nunca se llegaron a imbricar.
Entonces, decido extraviarme en mis pensamientos más ruines, intentando dilucidar alguna efímera razón que explique tu maldad. Pero solo encuentro cantos al borde de lo celestial (como si de lo divino se tratase), las sombras góticas que yacían en mi mente me transportaban a nuestra catedral y me advertían que profanar tu memoria sería una aversión que no podrían tolerar.
Me engaño en mi silencio, recordándome que ya no te debo amar, por esto, recurrí al mayor de mis temores con la finalidad de sanar: el matasanos (de mi mente), que me recetó una pequeña dosis de amor propio.
Para mi desgracia, tengo que confesar que le he estado mintiendo, so pena de que la Parca me está empezando a acechar. ¿Por ser escurridizo con mis palabras? ¿O por mentir descaradamente acerca de mis lamentos? Pues he de confesar que me he estado automedicando una sobredosis de amargura, para que el eco de tu existencia se diluyera mientras trataba de no morirme de locura.
Mi incesante racionalidad me hizo percatarme de que te estuve buscando, a pesar de estarte alejando y me confirmó el peor de mis temores...
¿Dónde quedaron tus recuerdos?– me pregunté.
Y de forma casi instantánea pude encontrarlos todos, sin embargo, en mi exhaustiva búsqueda me sorprendí al notar que uno se había dañado de forma irreparable.
En tu rostro sublime ya no se posa el velo blanco, ni las estrellas de tu “visage” impactan al espectador. Ya no caminas sobre el mar de los sueños que algún día erigimos, ni te plantas con valor, con una melodía ante los venidos a verte gloriosa en tu camino a amar.
¿Qué será de la iguana que se posaría en la ventana? ¿Y el jardín de felinos que con su fealdad te conquistaban? ¿Qué será de ese ayer que soñabas y sobre el que hoy me inclino? Tan perdido estará como los humanos que sucumbieron ante los gigantes de historias pasadas, que ya no recuerdo por el inminente desastre.
Y ahora, pasados 5 años, he decidido regresar a los versos. Y sin tener alguna duda quiero atreverme a decir que después de lo que intenté construir, te convertiste en Nerón y yo en el latín que quemaste con enojo por no entenderte a ti.