¡Venid, siglos venideros, tened! Y ahora, huid, volad, que ya os volveré a cojer antes de vuestro final.

Por el mar vendrán las flores del alba (olas, olas llenas de azucenas blancas), el gallo alzará

Tarde última y serena, corta como una vida, fin de todo lo amado ¡yo quiero ser eterno! (Atravesando hojas,

Cada hora mía me parece el agujero que una estrella atraída a mi nada, con mi afán, quema en mi alma. Y ¡ay, cendal de mi vida,

Era la comida de los niños. Soñaba la lámpara su rosada lumbre tibia sobre el mantel de nieve, y los geranios rojos y las pintadas manzanas coloreaban de una áspera alegría fuerte aquel...

—No era nadie. El agua. —¿Nadie? ¿Que no es nadie el agua? —No hay nadie. Es la flor.

Al fin nos hallaremos. Las temblo… apretarán, süaves, la dicha conseg… por un sendero solo, muy lejos de… cuidados que ahora inquietan la fe… Las ramas de los sauces mojados y…

Ante mí estás, sí. Mas me olvido de ti, pensando en ti.

Malvarrosa, malvaseda. ¡Salud de la primavera! Rosas agrias, sedas férreas.

Siempre tienes la rama preparada para la rosa justa; andas alerta siempre, el oído cálido en la puer… de tu cuerpo, a la flecha inespera… Una onda no pasa de la nada,

¡Qué alegre, en primavera, ver caer de la carne del invierno el vestido, dejándola en errante amistad con las rosas,

Esparce octubre, al blando movimie… del sur, las hojas áureas y las ro… y, en la caída clara de sus hojas, se lleva al infinito el pensamient… ¡Qué noble paz en este alejamiento

¡Qué alegre, en primavera, ver caer de la carne del invierno el vestido, dejándola en errante amistad con las rosas,

Cuando ella se ha ido, es cuando yo la miro. Luego, cuando ella viene, ella desaparece.