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Cuando llega la noche,
y la oscuridad del mundo
se apodera.
Quisiera yo en mi lecho,
a mi lado, sentir tu corazón
con su latido.
Y así dejar de oír de la noche
los mil ruidos, que tu ausencia
en mi alma provoca.
De las almas que no encuentran
consuelo cual la mía.
Somos los hijos de la noche
prisioneros, esperando
que amanezca día tras día,
asomados a ese balcón
que llaman deseo.
¿Qué más quisiera yo?
Que ver cumplido ese deseo.
Y así, que llegue un día a ser
la noche luz y el día sueño.

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