Andrés

Carta sin remitente.

Llámame loco, llámame cuerdo o llámame mendigo. La vida no me supo a nada después del instante en que rompí contigo, ahora me lavo la cara, con lágrimas rojas y manos cansadas más en mi mirada la vida se plasma y transcurren los días y no pasa nada, quién dice que todo lo amado regresa y te abraza murió de esperar... Pues me sabe a muerte cada que te pienso y en vez de olvidarte te me clavas más, quisiera aprender la manera de borrar tu nombre, tu cuerpo, tu respiración, eres un mal karma que se mueve a rastras entre las paredes de mi habitación.
Y solo me queda...
Esta poesía mal trecha y herida, esa despedida y el alma muerta que vaga por mi cuerpo buscando salida. Ya ves querida, nada se olvida solo se sigue cubriendo la herida fumando el recuerdo tomando del karma, pasando saliva y viviendo muerto. Que loco cierto? Fui el claro ejemplo de todo lo que puede salir mal en un momento, pero no lo entiendo vivo queriendo, añorando otro segundo cerca de tu cuerpo o en tus pensamientos... Así poco después me arrastre el viento o salgas huyendo... O tal vez solo muera en el intento.
Y a la par del tiempo que se desvanece, que escapa de si mismo o de algo más enorme, se esfuma la esperanza de volver a verte porque es que la guardé y ya no me acuerdo dónde... y tú simplemente te escondes, te alejas y empiezas de cero... A mí me tragó la neblina al quedar sin sentido y perder mi sendero... Y puedo seguir escribiendo, el dolor y el amor se mantienen en guerra, escribir no brindo una manera de hacer que en mi pecho se forme una tregua, y en está trinchera de ruinas y amores que laten y aullan entre las esquinas, la muerte se viste de seda y se queda a la espera de mi alma maldita.
Más no estoy listo, no es el momento aún tengo aliento y sigo despierto y a cada paso que doy intento calmar el caos en mis adentros, y al ver tus fotos regresa el frío a llenar de hielo cada latido por cada abrazo por cada beso, por cada vez que el tocó tu cuerpo, miro el reloj y se me hace tarde, ya pasó el tiempo de recordarte y el de extrañarte y el de quererte, pediré a Dios por tu buena suerte y que el mismo ahuyente de ti lo malo y todo aquello que te haga daño, aprendí que sufrir también es un arte que se perfecciona al pasar de los años.

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