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El caballero herido.

y mis cicatrices son matices de experiencia, pero tu llenaste de amor toda mi existencia.

Vagando por este enorme y hermoso mundo
como un Bardo, portando mi cobza,
bailando y cantando alegremente.
 
Pero un día, el siniestro Dragón
descendió de las oscuras nubes
azotando mi humilde pueblo
y destruyendo todos mis sueños y anhelos.
 
No me quedo de otra,
más que ponerme mi vieja armadura de lamentos,
levante mi escudo de tristeza
y empuñe mi espada forjada de lágrimas.
 
Pelee contra ese dragón por años sin parar,
mire morir a muchos de los míos
por decisiones que no debí tomar,
mis manos están bañadas en sangre de inocentes,
por no poder matar a ese enorme Dragón.
 
Por fin lo atravesé con mi espada,
matándolo instantemente,
pero él ya me había adelantado
hiriendo de muerte
y ahí fue donde acabo toda mi suerte.
 
Herido y con el corazón partido,
me arrastre por todo el mundo,
dejando un rastro de sangre
y recuerdos en el aire.
 
Mi corazón comenzó a latir muy despacio
anunciando mi hora, pero delante de mí,
había un enorme y majestuoso castillo,
así que con mi último esfuerzo decidí llegar a él.
 
Creí que era demasiado tarde,
mi cuerpo ya no respondía y comenzaba a delirar,
veía como un ángel me levantaba y me metía al castillo
y después ya no quise despertar
de ese hermoso y bello sueño.
 
Pero solo me había precipitado
y todo había sido un sueño
que mal,
yo quería seguir mirando a ese hermoso ángel.
 
Cuando mire quienes eran mis salvadores,
mire que era una hermosa Reina y un joven Príncipe,
los que me había salvado de morir en la intemperie,
luego en ese instante,
sentí una enorme tranquilidad
y como si me hubieran estado esperando
todo este tiempo.
La Reina me estaba curando las heridas,
con sus suaves y bellas manos
y el Príncipe replico, que me sintiera en mi hogar,
que aquí nada me iba a dañar.
 
 
Decidí quedarme, porque
mi corazón se aferró a las caricias,
sentimientos y besos de la Reina.
 
Es un lugar magnifico,
donde todo era y sabía muy bien,
donde una siesta se siente como si hubieras descansado por siglos,
el agua sabe dulce, las risas siempre son la sonata que adornaban nuestras veladas,
el aire es tan ameno, que disipa los vicios y el amor es tan cálido,
que derrite toda la fría tristeza de mi corazón escarchado.

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