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La chica tras la pantalla.

Ella, la chica tras la pantalla,
me propone un juego de deseo.
Intercambiamos confianza,
nos acompañamos a lo lejos en nuestra soledad,
incluso, nos deseamos sin sentido.
 
El problema es que es peligroso,
se mezcla el deseo del tacto,
se mezclan ambiciones,
las ganas de dividir lo virtual con lo real,
de acercar mis ojos a los suyos,
pero más peligroso aún; hacer participe a los sueños.
 
Ella, ha decidido que es divertido
y estoy de acuerdo;
lo disfruto, me amarro, me pongo un grillete o dos;
y la extraño, como si fuésemos algo más que una fantasía.
A veces miro el reloj,
y me doy cuenta que es tarde, y no aparece,
y siento que pierdo en este juego.
Siempre me han gustado los retos, y las hazañas de valor;
pero ahora me siento todo un cobarde;
porque sé los términos, y siempre estuve de acuerdo.
Con ella, he vuelto a depender de un ser
para no sentirme tan sólo;
incluso, he vuelto a imaginar una vida en pareja,
ella es peligrosa;
siempre me ha gustado el peligro.
 
De ella, puedo contar muy poco,
y eso está bien, ya habrá tiempo,
el problema es que no sólo quiero conocer sus lunares,
ni su piel, ni su sonrisa, ni sus caras de deseo,
quisiera saber sí está bien,
quiero conocer lo que le molesta,
quiero hacerla mía sin quitarle la ropa,
quisiera estar tan cerca de ella,
que logre ver su rostro sonrojado,
sentirme impregnado de su olor después de un abrazo.
 
Estoy perdiendo batallas con ella, donde no hay premio;
estoy dando cosas de mí, que nadie antes merecía;
estoy cayendo en un juego de deseo,
donde no tengo la oportunidad de ganar;
por lo menos no soy tan ambicioso,
o estaría escribiéndole un poema.
 
A veces me escribe y dudo del trato,
me cuenta cosas muy intimas que están fuera del acuerdo;
a veces me hace soñar y temo ser un juguete,
dentro de un juego que yo mismo he aceptado.
Me he pasado el día pensando en esto,
la cobardía nunca antes fue mi bandera,
pero ahora soy un jinete con ningún otro objetivo,
más que el de no perder, o al menos no demasiado.
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