Al fin entendí la Navidad.
Descubrí después de muchas noches que la que vivo es la buena,
que no tiene que ver con credos ni con la llegada de nadie a salvarme,
que un beso de mi madre es un viaje en el tiempo,
que un hijo puede enseñar más que un padre,
que un cuñado es un hermano
y que un abrazo cariñoso de alguien de quien no lo esperas,
puede quitar el hambre.
Entendí que en mis soledades pensé muchas tonteras,
pequeñeces de un mal trance;
que fue mi gran oportunidad de pensar en los que no estaban,
fijar la vista en la distancia y renovarme.
Entendí que celebrar el momento es lo más saludable,
que el aquí y el ahora, donde y con quien esté
es lo mejor que puede pasarme.
Entendí, quiero creer que de verdad entendí,
lo que la vida quería enseñarme.