La otra noche su boca
estalló como el soneto
más dócil del erotismo
que diseña lo sagrado.
Que por un instante imaginé
ese pacto Maquiavelo de
su agresor oculto Y conspirador
de mi equilibrio...
Que con sus
embrujos tan íntimos
así como mis labios sedientos
trastocaron súbitamente
la bahía agria del amor
cual insondable sellamos
en este tacto Y trasfondo
e intange entre muslos
Bajo ese infierno de
efervescentes colores
antes de volver a las
costumbres del más
desordenado
Y sensual pensamiento
encendido.