Llevo derrotado semanas,
o quizás vidas enteras;
me agota dar pelea:
la letra no cuaja,
la botella tampoco consuela.
Te busco en las calles,
en bares de risas ajenas,
en la sombra de algún cabello
que juré reconocer.
Y luego te pierdes,
como siempre,
como yo.
Tu aroma es mi condena,
tu nombre, un eco seco
que no cesa.
¡No te vayas!
Aunque sé que lo harás.
Te quedaste adentro,
ahí, donde el tiempo no llega.
Te llevo presa,
sin llave, sin tregua.
Ríamonos, sí,
que al final,
nadie sabe reír tan solos como nosotros.