Te voy a beber de un trago, como una copa de ron; te voy a echar en la copa de un son, prieta, quemada en ti misma,

¿Puedes venderme el aire que pasa… Y te golpea la cara y te despeina? ¿Tal vez podrías venderme cinco pe… O más, quizás venderme una torment… ¿Acaso el aire fino

¡Qué de cosas lejanas aún tan cerca, mas ya definitiva— mente muertas! La autoridad de voz abrupta

Tengo del Rin, del Ródano, del E… tengo los ojos llenos; tengo del Tíber y del Támesis, tengo del Volga, del Danubio, tengo los ojos llenos.

Sobre la quemadura de la amapola aplícate jazmines, que eso la cura… si acaso fuese grave la quemadura usarás la camelia, pero una sola. Cuando el cielo en verano se torna…

Tendida en la madrugada, la firme guitarra espera: voz de profunda madera desesperada. Su clamorosa cintura,

Chile: una rosa de hierro, fija y ardiente en el pecho de una mujer de ojos negros. right—Tu rosa quiero. (De Antofagasta vengo,

No sé. Lo ignoro. Desconozco todo el tiempo que andu… Sin encontrarla nuevamente. ¿Tal vez un siglo? Acaso. Acaso un poco menos: noventa y nue…

Una paloma cantando pasa: —¡Upa, mi negro, que el sol abrasa! Ya nadie duerme,

La muerte es un suplicio banal, si se compara con este andar a tientas tras una sombra vaga. Entrecambiar al paso

Ana María, la trenza que te cae sobre el pecho, me mira con ojos de serpiente desde su piel torcida.

Si yo pudiera viajar hacia la Luna, viajara, pero señor, para averiguar si tiene limpia la cara.

El negro junto al cañaveral. El yanqui sobre el cañaveral. La tierra

No sé si me olvidarás, ni si es amor este miedo; yo sólo sé que te vas, yo sólo sé que me quedo. (Andrés Eloy Blanco)