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Se desvanece

“Hay un intruso dentro de mí. Entró por un agujero que me hizo en el alma un meteorito en forma de lágrima. Lleva tanto tiempo conmigo que ya no es mi huésped incómodo, ni un invitado tardío.
Ahora los dos compartimos cuerpo y para dejarle espacio he metido mis emociones en una cápsula que sobrevive aferrándose a una de mis costillas flotantes.
Lo sé porque a veces siento un leve pinchazo. Pero he aprendido a vivir con esa incomodidad.” Isabel Jiménez.

De a ratos noto como ya no está.
Ya no crece en mí su presencia,
me ha dejado de nuevo mi lugar.

Mi autómata formal se desvanece...
Lentamente me desplaza hacia el centro,
para que mi ser asuma mi “yo” natural.

Autómata bendito que te encargas de todo
cuando yo, agotada, ya no puedo más...
Que sonríes y respondes a quién me quiera hablar.

Autómata sincero, directo y cariñoso,
pero autómata al final.
Cuanto debo agradecerte que tomes mi cuerpo
y ejerzas vida, cuando yo no puedo continuar.

Y ahora vibro sintiendo que estoy volviendo
a estar en mí y plena puedo vivir y soñar.
Que estoy de nuevo en mi centro
y que la vida, a ratos, se me vuelve “normal”.

Se empequeñecen mis ojos sonrientes, derrengados en las dichas que inundan el día a día y me llevan a desear más. Y mis brazos y mis dientes luchan con mares encrespados en los que nado a contracorriente, desatándome con la fuerza de un vendaval insepulto que no atenderá razones ni se detendrá. Dibujo con la espuma del agua los atolondrados deseos de una vida que se ve rodeada, pero se cree lejos del final. Nado como animal con destreza y respiro a bocanadas desesperadas, con la certeza de que ya no tendré otra oportunidad. El miedo se ha escapado del nido de tristezas que arrulló al autómata y ahora me aguijonea, para que tome la dirección definitiva que me llevará a la roca en la que pueda soñar y descansar. Luchan mis brazadas propulsadas por estrategias incesantes para disolver la imposibilidad de enfrentar la realidad... Sueños jerarquizados emergerán para convertirse en alguna verdad.

Sonrisas de mar, ojos de arena, piel de luz solar. Rompe en la orilla esta tristeza mía dormida, ¡ahora solo soy despertar! ¡Diosa Luna, ilumina mis aguas ilusionadas!, están hechas de historias que acarician con su ritmo vaivén mi cuerpo que sólo intenta alejarse de las lágrimas por soledad. Que las mareas cambien con su magia el mapa de la orilla realidad y dibujen nuevos colores sobre la arena mojada en la que yazco consciente y plena... pero con nadie más.

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