I
La mia puerta siempre ta entreabierta,
por si’l mi mozu vuelvi de la guerra.
La jera está seca, la sierra muda,
y yo calo rezus en la viuda.
La silla chiquina sigue a un lao,
la que talló su padri pa sentau.
Y la manta suya, toavía güele
a sudor de mozu y a monte verde.
II
¡Ay, mi hijo, qu’en mala hora fuisti
por mandau del rey y del ministre!
Con la cara limpina de mocu
y los güesus tiesus como un palucu.
–Madri, ya verás, esto pronto pasa,
y en el verano toy en la casa–.
Y ya van tres años, y na se sabe...
solo Dios lo sabrá, si lo sabe.
III
A veces lo siento en la jesa,
juegueteando entre las malezas.
¡Como cuando mozu venía corriendo
con un pájuru tiesu entre los dientus!
Y me da el temblor y me s’apreta
el pechu, como si una breva
me juese a rebentá por dentro
de pensal si lo han echau al vientu.
IV
He preguntau al sacristán,
a un arrieru que vino de Badajoz,
a una moza que lava en el río...
y toos menean la cabeza en vacíu.
No me queda más que la candela
que le enciendo en el rincón de la abuela;
y el rezal que repito a la Mare,
pa que’l mi niño vuelva a su mare.
V
Si un día llaman y no lo trujeran,
que al menos me jalen la cartela.
Quiero sabel si comi o si durmió,
si juró por su Dios, si se dolió.
Y si cayó solo como un mal sueño,
que me digan por lo menos el puertu;
pa subil a rezal entre las piedras
y ponel una flor entre las hierbas.
VI
Pero si vuelve, aunque sin juerza,
aunque medio muertu por la faena,
que me lo dejen... que aquí lo cuido,
aunque lo lleve en peso el meciu.
¡Qu’és el mi hijo y eso me basta!
Y si no vuelve, ¡qu’ande con gracia!
Pero yo no cierro la puerta, ¿oyis?,
¡que puede tornalme, aunque tarde mil!