No es oro ni poder la dicha pura,
ni el vano afán de honores y grandeza;
feliz es quien cultiva la nobleza,
quien da sin interés ni compostura.
En actos de bondad, el alma dura,
se torna en luz, en cálida belleza,
pues halla su esplendor en la fineza
de amar sin esperar la recompensa.
La mente que es serena y generosa,
no teme los embates del destino,
pues lleva en su interior la paz dichosa.
Así, quien siembra amor, traza su sino,
y encuentra en su bondad la más hermosa
razón de ser: su júbilo divino.