Elías De La Cera

A Chopin

Virtuoso silfo transparente
mide al tiempo en valses y polonesas,
y se le va el corazón en cada pieza,
y descifra el universo lentamente.
 
Toca despacio y siente
que Euterpe lo toca y lo besa,
pero no será ajeno a la tristeza
de saber que lo abandonará de repente.
 
Agonizan sus traslúcidas manos,
y aunque la tuberculosis lo agobia,
todavía se escuchan en su piano
los sueños de amor y las heridas de Varsovia.
 
Una intangible cicatriz de tristeza no lo deja ser feliz
ni en su patria, ni en Viena, ni en Londres, ni en París.

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