Me embarga el desánimo,
pues hoy amanecí sin propósito.
El cantar de las aves no conmueve
y el azuladísimo cielo provoca naúseas.
Flaquearon mis pasiones.
Cesaron mis deseos.
¿Qué hacer
para abandonar este infierno
y regresar al estado de alegría
de cuando el cielo y las aves
incitaban asombroso regocijo?