Cuando la Muerte se inclina
a llevarse a todo humano,
cualquier esfuerzo es en vano,
no importa la medicina;
ni los caldos de gallina
o de otros animales;
se lleva a fulanos de tales,
también a los de apellido,
ya sea por un salpullido,
o por el peor de los males.
Por el peor de los males
tal vez mueran los amigos,
o quizá los enemigos
o el que vende los tamales.
De todos los inmorales,
de los enfermos de SIDA,
de los que salen de huida,
del enfermo de razón,
del alma o del corazón
la Muerte jamas se olvida.
La Muerte jamas se olvida
de los más necesitados,
los haya por todos lados
luchando contra la vida;
si tienen alma sufrida
las toma con compasión,
se ensaña en su corazón
si andan por mal camino,
mas siempre sera su sino
un lugar en el panteón.
Un lugar en el panteón
habrá en forma segura,
y tendrán por cobertura
de tierra sólo un montón:
el honrado y el ladrón,
el honesto y el que miente,
el ateo y el creyente,
el que aprende y el que enseña,
el que la bebe o la ordeña,
el poli y el delincuente.
El poli y el delincuente,
el humilde y el altivo,
todo aquel genio creativo,
y el que está falto de mente.
Así mismo el presidente,
el cura y el cardenal.
¡Qué es el destino final
sin importar la cordura,
oficio o la vestidura
morir todos por igual!
¡Morir todos por igual!
De eso la Parca se encarga.
No te escapas ni en botarga
de Puma o Águila Real.
Estés en cañaveral.
En el bosque o en la selva.
Navegando por el Elba
o en campo recién florido.
Si ya tu alma ha cogido
no hay modo que la devuelva.
No hay modo que la devuelva.
No lo puede ni la ciencia.
Y no es falta de querencia
dice el chamán en la selva.
Pues que tu alma devuelva
sólo un Gran Hombre ha podido:
Quien sin deberla ha sufrido
horrenda muerte en la cruz,
es del cristiano la Luz,
y en Bet-Lehem fue parido.