Poesía Japonesa
Noche cerrada una luz se descuelga cae un suspiro El mar en calma las velas desplegadas
Caminando por Gran Vía en Granada, de pronto te vi, mi cuerpo se estremeció, mis ojos cambiaron de color, al rojo pasión, vi sangre en el agua, ¿cómo puedo amarte así, después de lo que...
La hembra pasea por Granada, el rumor del agua del Darro la acompaña en aquel camino, la luna la mira caminando. ¡El grito cómo sobresalta!
Eres el dolor en mi alegria la punta de tu lengua tiene espina… aún así no me importa sangrar si te puedo besar como demente tu mirada fría me calienta.
Caminaba con la mirada vacía, ese silencio mudo, parece eterno, me hundo en la profundidades del i… ¿por qué me dejó, si tanto me quer… Esa ojeada fría como el invierno,
Entras y sales de mi corazón roto como tú quieres. Dejas jirones míos en aquel suelo
Si solo lo viera en tus ojos aquel tiempo en el que besabas mis pestañas, en el que bendecías mis entrañas.
Sangran mis entrañas entre rosas negras, lágrimas de sangre como amapolas carmesí puñal de plata en el corazón,
Brilla el bordillo de la acera, a la luz de la farola, la noche se hace locura, en esta ciudad de soledades acompañadas.
Va amaneciendo, arreboladas nubes. Color de vida en mi piel atezada, suspiros de mis sueños.
Bajo el aguacero voy andando con unos tacones rojos, así, como si fuera agua que corre por la acera.
Cuerpo que espera arena movediza caricias suaves en su piel un desierto el placer a ella llega.
Sin serlo niña presumes de ser rosa, y eres espinas. Tengo un penar dentro de mi alma rota,
Eres tanto... pero no bastante, suspiras como si fueras único, y eres, como esos vestidos que salen de fábrica repetidos. Porque miras pero no de frente,
La aurora austral ballet de mil colores. Noche invernal. Duerme la luna en iglú de cristal.