Cargando...

El monstruo que vive en mi patio

porque a veces, si se mira,
ve dos narices en sus cuencas
una oreja en vez de boca
su piel se pone blanca
se asusta y se queda ciego
y vomita sangre hasta quedar vacío
pulcro de comida,
impoluto de un incontrol
que lo desgarra por dentro
pero lo vuelve adicto.
 
El monstruo que vive en mi patio
dice que está perdido
que quiere salir corriendo
pero ya escucha risas por su tropiezo
dice que quiere cantar
pero ve las miradas desafinadas
que quiere llorar
pero sus lagrimales están secos y agrietados
como tierra de desierto
y su pecho esta duro
como si se hubiera tragado una piedra.
 
Al monstruo que vive en mi patio
no le gusta ser un monstruo;
a veces se golpea la cabeza contra el piso
y se arranca la piel para cambiar de forma.
Otras, dice que es una araña
y camina por las paredes
hasta desmayarse del esfuerzo
de no ser una araña.
 
El monstruo que vive en mi patio
cree que debe ser perfecto...
me pide que le ponga una correa para que lo lleve
y así no tener que pensar hacia dónde ir.
 
 
 
El monstruo a veces no duerme
otras, duerme varios meses
pero está cansado todo el día.
 
El monstruo toma placebos
para mantenerse con vida.
Poca gente sabe lo que me costó
tener un monstruo en mi patio
y lo mucho que lo odie tanto tiempo.
 
Hice un acuerdo conmigo,
con la fragilidad de mi equilibrio,
y la desconfianza de mi luna
de no darle de comer
al monstruo que vive en mi patio.
 
Pero me di cuenta
que matarlo de hambre
no lo mataba, lo enfurecía;
así que le puse nombre
me senté a escucharlo
y le di un abrazo.
Lo llene de amor
y para mi sorpresa descubrí
que ya no les tengo miedo a mis monstruos.

Otras obras de Deliria...



Top