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Siéntate y descansa

Esta mañana La Flaca se ha cortado el pie. Salió tan a prisa de casa, que de no haber pisado ese pedazo de metal, tal vez no se habría dado cuenta que llevaba los pies desnudos. Ahora va tarde, está enojada y tiene el talón derecho lleno de sangre, vaya manera de empezar el domingo.

Siempre ha sido distraída, pero últimamente estuvo tan olvidadiza que lleva semanas andando por ahí sin usar zapatos. Corriendo de un lado para otro, tratando de mantenerse ocupada para no tener que detenerse a pensar por qué le duelen los pies.

Parece que se acostumbró tanto a las heridas, que se le hace extraño tratar de evitarlas, o capaz y el olvido es solamente una excusa, tal vez es completamente consciente de que se la ha pasado caminando descalza, pero todavía no encuentra los zapatos. Los que tenía le tallaban hasta hacerle sangrar los pies y además, ya no sabe dónde los dejó, ni le apetece volver a usarlos.

Sé que ella sigue por allí, buscando donde sentarse un rato. A veces con prisa, otras veces con calma y unas cuantas con ganas de no levantarse más. Ya sea por cansancio o porque por fin encontró un lugar en el que le gustaría quedarse a descansar.

Los callos también duelen, se desgastan y necesitan llegar a donde le venden los pies mientras sanan un poco. No importa el tiempo que tarden en hacerlo, ni el rumbo que tomen después; ya no interesa si no hay camino de vuelta o si al fin llegaron a su destino.

Lo importante es que hayan curado, que los zapatos nuevos sean tan cómodos que el miedo a seguir andando se disipe por completo, que se sienta segura de que la protegerán contra todo lo que pueda herirla, que le den la confianza para moverse libremente con la certeza de tener a donde volver, para quitárselos un momento y de nuevo descansar.

Y así, paciencia y tiempo se encargarán de ayudarle a bajar las revoluciones, mientras el cariño le repite que todo estará bien y pasa los dedos entre su cabello hasta que se quede dormida. Por ahora aún es domingo, y necesita limpiar su talón derecho.

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