Ojos cerrados, respiración profunda, portal abierto.
Enfocados hacia el pequeño cactus, la brisa correr sobre nuestros pies,
el aire irrumpiendo nuestro pecho para abandonarlo en tranquilidad.
Calma. Sesenta bombeos por minuto.
Flameo impaciente revuela la cacería,
abandonando el patrón, dejándose atar por el sol.
Todo su blanquecino pavor está apartado en la luz.
Un marchito recuerdo recorriendo mis oídos, un marchito ser, riendo entre mis ojos.
Desvelos aproximados entre las brújulas, un cañón cargado para la noche,
asegurarse de flotar por la invasión de las hormigas.
Un tango despachando inseguridades y, a la vez, menoscabando tu diferencia.
Amor hacia esta sensación atrapante. Fortificaciones avalanchas en aceptación.
Calma. Cero bombeos por minuto.