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Juego de niños grandes.

Cuando al municipio llegaron los guerrillos
A todos los niños se nos abrieron un mundo de posibilidades, ya no jugábamos policías y ladrones. Ahora éramos policias y guerrilleros. Lo más difícil del juego era empezar a jugar, porque nadie quería ser policía.

El que tenía plata, tenía “pistola de pepas”
Los que no teníamos usábamos ramas, al final todo nuestro arcenal sonaba igual, “¡Pa! ¡Pa! ¡Pa!”.

Y qué bueno que entrenamos así porque cuando nos reclutaron, nunca dejamos de jugar, así después nuestro arcenal sonaba ¡Ja, Ja, Ja!, cuando el de los tombos y los campeches sin las huevas puestas sonaba ¡Por favor, no más! ¡Se lo suplico!

Nada se sintió real, ni los perros ni los gatos porque eso también era comida, ni las balas, ni los libros, ni la sangre, ni el arte que no llegaba por acá, ni el amor que no llegaba por acá. Pero Dios sí llegaba ¿O a quién más nos íbamos a encomendar para salir a trabajar?

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