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Polos opuestos

El día que nos demos cuenta,
que Palestina e Israel son hermanos,
el día que terminen las diferencias,
y Moscú vea en New York su retrato...
Acabarán por caer las fronteras,
la historia, el dinero, las guerras...
 
De tanto que pasan los años,
el espejismo se clava en la mente,
la gente invidente no siente,
que los bandos son meros señuelos.
Embusteros, tediosos, cenizos,
agarrados al ser de un imperio,
a ganar, a morir, a creerlo, para
impedir que el dolor los despierte,
para tapar la verdad indecente.
 
Y es por esta cuestión inaudita,
que entre la África más cosmopolita,
y el desierto del alma europea,
no hay motivo que pueda atraerlas,
si mil garras sabrán escocerlas.
Religiones, colores, gamarras, mil
emblemas con tal de quemarlas,
individuo vendido a la masa, ya
no hay trono en Bagdad ni sultán
en Bulgaria.
 
La ignorancia es nuestra masa madre,
el miedo nuestro firme compadre,
internet el burdel de la verosimilitud,
y el dinero el idioma que hablan en Kathmandu, en la torra de Pisa
y en donde  te halles tú.
¿Que queda de nosotros después?
La vida un juego de mesa
en el que hay que responder.

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