No sabes cómo me haces falta, Alejandro. Cada que salgo en la calle, soy feliz al mirar la ciudad, las luces, las personas y todas las otras cosas que puedan existir y existen; y entonces, mi percepción cambia cuando me doy cuenta de que no estás. No estás a mi lado, ni en la esquina, ni en cualquier lugar donde yo pueda escucharte decirme cualquier palabra que me haga sentir viva, solo por haber sido pronunciada de tu boca, con tu voz, que me encanta como todas las otras cosas que ven de ti.
Hay tantas cosas afueras. Tengo el deseo de vivir mil vidas en un segundo. Miro a la gente; hay tantas personas y una vida entera repleta de historias que yo jamás voy a saber. Antes, quizá, me hubiera fascinado la sencilla complexidad de la vida, pero me pasa que al final del día, todo se vuelve monótono y borroso sin ti. Llueve y pienso en ti. Las luces de la ciudad ya no son tan encantadoras cuanto recordarme de tus ojos. Más que conocer al mundo y disfrutar cada momento de mi vida, me gustaría estar en tus brazos. Más que la Tierra, tú. Tal vez eso no sea nada. Estoy segura de que no es nada. Habrá cierto comforto en el nada? Atribuir un significado intimo, hacerte de cuerpo y alma míos, antes que pertenezcan al vacío. Me llena la cabeza pensarte; me fastidia y ya es tarde.
Mírame con los ojos que has mirado todos los países donde has estado. Con los ojos que pueden ver todas las flores y los árboles y los papeles de tu oficina. Descúbreme. Ve en mi todo lo que existe. Sería un reflejo de la desesperación; el amor es paciente y cálido, en mi verás todo el amor que existe y a la vez, nada. Ni yo sé quien soy. Sé qué te amo, porque es la única forma de encontrarme– en ti.