Eres sol, no puedo verte sin quedar roja, no puedo mirarte sin sentirme un poco intimidada.
Eres nubes, suaves, como tus labios, pacíficas en el cielo y dignas de admirar... como las estrellas que se encuentran en tus pupilas; perfectas, dos canicas galácticas que me transportan al universo de tu alma.
Eres mar, fuerte y poderoso sobre mi pensamiento y mi corazón, las olas de tus palabras penetran mi ser y llenan de alegría lo que soy.
Eres los árboles de carretera que miro una vez y siento que nunca acabarán, aunque yo siga mi camino.
Eres brisa, eres tierra, eres agua, eres fuego, mis cuatro elementos resumidos en tu persona; en el vaivén de tu risa tan peculiar, en el mirar de tus ojos que quisiera me vieran a mi todo el tiempo. En tus cálidos brazos, a la medida perfecta para cada átomo de mi cuerpo que necesita de ti, de tu calor, de tu humor, de tu especial andar por la vida y cada verso de tu filosofa del tiempo y de la manera en que dos personas destinadas a estar juntas se encuentran
—El universo comparado contigo no es más que un minúsculo retrato en un cuarto lleno de fotos tuyas, nuestras; pinturas de cómo comenzó un nosotros y garabatos de la continuación de este romance enfermo, que te quema el alma, pero alimenta el corazón—