El vacío de las artes
Es toda arte un artificio de un ente pensante,
en literatura la palabra susurrante
que acompaña a lo inferido
e imaginado por sus seres errantes.
No conozco arte más bello
que el causante del despertar de su audiencia,
a su vez, inductor de un sueño efímero
que penetra en sus experiencias.
Es fácil temer, entre los soñantes,
la banalización de una inspiración
a la que hoy se cataloga como producto.
Es fácil temer, la aparición de otro creador,
ente u objeto, capaz de reproducir su uso,
y quizá de hacer sentir en un futuro
las complejas emociones que transmite el arte.
¿Pero, con qué derecho determinamos la influencia
que ha de tener este artificio?
¿Acaso vale más “El Quijote” por Cervantes?
Es el arte un frenesí contagioso
que confunde a los ociosos
y los atrae a su oficio.
Si algo supone una nueva inteligencia,
es la imitación de esta constante
que reproducen nuestras manos para su beneficio,
pero el arte es por sí mismo arte,
sin dueño; tan solo nacido por un ente pensante.
