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Sara de Ibáñez

Sara Iglesias Casadel artísticamente conocida como Sara de Ibáñez, cuyo apellido tomó de su marido, fue una poeta uruguaya (Chamberlain, Tacuarembó, 10 de enero de 1909 – Montevideo, 3 de abril de 1971), conocida cariñosamente como Gran Sara por escritores como Octavio Paz. Fue reconocida entre otros premios por el Premio de la Academia Nacional de Letras y por el Premio Nacional de Literatura en 1972. Vivió de niña en Chamberlain, departamento de Tacuarembó, hasta que su familia se mudó a Montevideo. Fue profesora de enseñanza secundaria desde 1945. Se casó con el también poeta Roberto Ibáñez. La pareja tuvo tres hijas, Ulalume, Suleika y Solveig, que también se convirtieron en escritoras. Ulalume se trasladó a México donde, bajo el nombre de Ulalume González de León, desarrolló una brillante carrera como poeta, traductora, ensayista y editora. Sara de Ibáñez se destacó por tener una vida recogida y privada.2 Comenzó a escribir de niña, aunque no publicó un libro hasta cumplidos 30 años. Todos sus libros recibieron premios en Uruguay, además de dos póstumos. Sara tenía por costumbre escribir dos libros a la vez al igual que hacía su marido; cada uno era diferente en tema y estructura. En vida fue aclamada por varios poetas contemporáneos, como Pablo Neruda, quien prologó uno de sus libros, comparándola con Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral y María Luisa Bombal, y expresó su admiración por sus poesías en varias ocasiones. Mistral también citó a Ibáñez, de su poesía misteriosa y de significados profundos,2 Jules Supervielle alabó su conocimiento de la poesía occidental, especialmente del simbolismo francés, y así Vicente Aleixandre, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Cecilia Meireles, Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Josep Carner, Rafael Alberti, León Felipe, Octavio Paz, Amado Alonso, Emilio Noulet entre otros. Estilo y temas Sara de Ibáñez destaca por su poesía misteriosa y casi hermética, de cierta tradición barroca, e ideas claras y descarnadas. Su hermetismo causa, sin embargo, dificultades de interpretación que hacen accesibles sus escritos tan sólo a minorías cultas. Mostró en muchas ocasiones los temas del suicidio y de las batallas. Su obra se caracteriza por la angustia de la existencia, el desamparo, la muerte, el amor, la autoaniquilación de la humanidad y la relación hombre-Dios. En menor medida, trata el sentimiento patriótico (Canto a Montevideo) y la condena a la guerra (Hora ciega). Sus libros más representativos son La batalla y Apocalipsis. Se ha notado un gusto por la simetría, iniciando varios versos de la misma manera o estableciendo reglas de palabras antónimas. Buscaba la perfección técnica y la pureza y transparencia de las imágenes. Llegó a ser una maestra de la métrica y el ritmo. Poemarios * Canto (1940). * Canto a Montevideo (1941). * Hora ciega (1943). * Pastoral (1948). * Artigas (1951). * Las estaciones y otros poemas (1957). * La batalla (1967). * Apocalipsis 20 (1970). * Canto póstumo (1972). Poemas Un ejemplo de su obra es el poema "Quisiera abrir mis venas...". Quisiera abrir mis venas bajo los durazneros, en aquel distraído verano de mi boca. Quisiera abrir mis venas para buscar tus rastros, lenta rueda comida por agrias amapolas. Yo te ignoraba fina colmena vigilante. Río de mariposas naciendo en mi cintura. Y apartaba las yemas, el temblor de los álamos, y el viento que venía con máscara de uvas. Yo no quise borrarme cuando no te miraba pero me sostenías, fresca mano de olivo. Estrella navegante no pude ver tu borda pero me atravesaste como a un mar distraído. Ahora te descubro, tan herido extranjero, paraíso cortado, esfera de mi sangre. Una hierba de hierro me atraviesa la cara... Sólo ahora mis ojos desheredados se abren. Ahora que no puedo derruir tu frontera debajo de mi frente, detrás de mis palabras. Tocar mi vieja sombra poblada de azahares, mi ciego corazón perdido en la manzana... Referencias Wikipedia-http://es.wikipedia.org/wiki/Sara_de_Ibáñez

Yolanda de Bolivia

Yolanda Bedregal de Cónitzer, (La Paz, 21 de septiembre de 1913 - La Paz, 21 de mayo de 1999, poeta y novelista boliviana, conocida como Yolanda de Bolivia. Hija de Juan Francisco Bedregal, escritor, catedrático y Rector de la Universidad de La Paz, y de Carmen Iturri Alborta,1 realizó sus estudios primarios en una escuela pública y concluyó el bachillerato en el Instituto Americano de La Paz. Realizó estudios superiores en la la Escuela de Bellas Artes, en la ciudad de La Paz, y obtuvo una beca para estudiar estética en la Universidad de Columbia, en Nueva York. A su retorno a Boliviaenseñó en varias instituciones, entre ellas el Conservatorio de Música, la Escuela Superior de Bellas Artes, la Universidad Mayor de San Andrés y la Academia Benavides de Sucre; trabajó en el Consejo Nacional de Cultura y en la Municipalidad de La Paz, de la que fue Oficial Mayor de Cultura. Fue Presidenta y fundadora de la Unión Nacional de Poetas, del Comité de Literatura Infantil y de institutos binacionales, miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua y de la Academia Argentina de Letras, Secretaria del PEN Club, miembro honorario del Comité Boliviano por la Paz y la Democracia y representante de Bolivia en varios congresos internacionales y fue designada como Embajadora de Bolivia en España. Yolanda Bedregal publicó cerca de 20 libros entre poesía, narrativa y antologías. Realizó la Antología de la Poesía Boliviana para la Universidad de Buenos Aires y para la Enciclopedia Boliviana, de la editorial los Amigos del Libro. Publicó varios artículos y ensayos sobre literatura, arte, pedagogía, religión, mitos, folklore, artesanía aimara y quechua en revistas y periódicos y escribió libros de literatura infantil. El Estado boliviano instituyó, como homenaje a la escritoria, el Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” el año 2000, que se convoca cada año desde entonces.

Carmen Yánez Hidalgo

Carmen Yánez nacida en Santiago en 1952, es una de las poetas chilenas más sobresalientes en la actualidad. Su poesía tiene una dulzura estremecedora que invita a la contemplación y fascina a todo aquel que haya nacido con cierta tendencia instintiva hacia la belleza. Su vida, como la de tantas escritoras legendarias, está llena de dolor, pero no exenta de felicidad. Ella, como Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva o María Teresa de León, vivió en carne propia uno de los episodios más terribles de la historia del siglo XX, razón por la cual debió exiliarse en Suecia desde 1981. En 1997 cambió su residencia a España. En Gijón, Asturias, encontró un paisaje que la fascinó y el regocijo de volver al más puro origen, que para ella, como para todo escritor auténtico, está en el idioma. Aunque había empezado a publicar en revistas desde Suecia no fue sino hasta 1998 cuando apareció su primer libro “Paisaje de Luna Fría”. Muy pronto su poemario fue traducido y editado en Italia. En el 2001 publica “Habitata dalla memoria”. Al año siguiente recibe en España el prestigioso premio de poesía “Nicolás Guillén”. Su más reciente título “Alas del viento”, aparecido en el 2006 fue traducido en Francia por el Atelier de traduction d´espagnol de Saint Malo que Claude Couffon dirige en La Maison des poètes et des écrivains. Ese mismo año se publicó en Italia en edición bilingüe el libro “Tierra de Manzanas”. Desde hace poco más de una década forma parte del consejo de redacción de la revista del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. Y es una de las mejores promotoras de la poesía que haya conocido jamás. Los recitales poéticos que organiza en Gijón todos los años durante el Salón del Libro tienen un éxito absoluto, porque Carmen, además del cuidado que pone en cada detalle, tiene el don de la armonía. En un mundo que aparenta inclinarse cada vez más por lo corriente Carmen Yánez sobresale por ser una mujer extraordinaria. Queridos lectores, los invito a disfrutar los poemas que la misma autora envió para ustedes. No se sorprendan si sienten que en ellos se escucha un crujir de huesos, una ráfaga de lluvia, una ola que vuelve a estallar, porque la vida es una sola y sus palabras suenan claras y precisas en la voz de un verdadero poeta. Referencias http://www.laurenmendinueta.com/carmen-yanez-poeta-chilena/

Mercedes Matamoros

«La poetisa del dolor» «La alondra ciega» "Fue precursora de la poesía intimista femenina y una de las figuras claves del modernismo en Cuba." Mercedes Matamoros es uno de los casos más dolorosos de nuestra historia literaria. Fue una mujer triste, pues la vida poco o nada la retribuyó en el amor y hasta en la belleza, pues, se afirma, era poco agraciada. Suplió estas carencias con su propia obra cargada de energía dramática y concentrada emoción. Perfecta hacedora de sonetos, los suyos quedan como una de las muestras más sobresalientes de la poesía cubana en su momento de transición del romanticismo hacia los primeros atisbos modernistas. En vida le fue difícil alcanzar la gloria y la dicha («en tu pecho anidó, porque en la vida/ gloria y dicha alcanzar fuera locura», expresó Manuel Serafín Pichardo en un momento de su poema «A Mercedes Matamoros», leído después de ser sepultada), pero será recordada siempre, porque fue grande de espíritu y de obra, expresión de una carga de sentimiento acumulado que estuvo siempre, como dijera Lezama Lima, en «la más permanente fascinación».(...) Su vida y su obra Nació Mercedes Matamoros en la hermosa ciudad de Cienfuegos el 13 de marzo de 1851. Las breves noticias biográficas que de la poetisa se han publicado coinciden con el error casi unánime de señalar el año 1858 como aquel en que ocurriera su nacimiento. Error injustificable en sus biógrafos, pero sobre todo en los que, como D. Francisco Calcagno, el laborioso y frecuentemente equivocado autor del «Diccionario Biográfico Cubano», fueron contemporáneos de Mercedes Matamoros... . (...) Aún en el caso de que no existiera la partida de bautismo que damos a conocer al final de este estudio, no podría aceptarse que dicho suceso ocurriera en 1858, a poco que se recorriesen los periódicos en que aparecieron las primeras producciones literarias de Mercedes Matamoros. En efecto, ella dio a la publicidad en 1867 folletines y artículos de costumbres en algunos diarios de La Habana. ¿Cómo habría de escribir esta clase de trabajos una niña de nueve años? La Avellaneda creó a los ocho años un cuento, es verdad, y Heredia de poco más edad una fábula; pero apenas es necesario establecer una comparación entre unos y otros géneros para echar de lado la posibilidad de que Mercedes Matamoros hubiera escrito sus artículos «Un primer baile», «Uno como hay muchos» y «Desvaríos y tonterías» aún no cumplido el primer decenio de su vida. Hoy, con la partida de bautismo de la poetisa ante la vista, podemos corregir definitivamente el repetido lapsus cronológico, autorizado por escritores de la reputación del citado Calcagno, de Chacón y Calvo y otros. Muy joven aún, tendría dieciséis años, empezó a dar a la publicidad sus primeros trabajos. Y, cosa rara, estos primeros escritos no eran en versos, sino en prosa. Eran, como se ha dicho, artículos de costumbres; en los que demuestra, a la par que un espíritu tempranamente inclinado a la reflexión, marcadas dotes para observar y describir. (...) pasa una década sin que Mercedes Matamoros vuelva apenas al escenario de la publicidad. Calló, como era preciso que callaran los poetas de la Isla mientras se escribía con sangre y llanto la epopeya de Yara. Fue un ciclo en que el alma cubana tuvo puestos todos sus entusiasmos, toda su fe, todos sus ideales, en el triunfo de los hermanos que en lucha homérica defendían nuestro derecho a la independencia. Los poetas rehusaban toda pueril aventura lírica y pulsaban la lira de hierro para lanzar sus imprecaciones al enemigo, en la manigua cómplice, entre carga y carga de machete; o para evocar en la tristeza del destierro las delicias sacrificadas al amor de la libertad. En las ciudades cubanas, en tanto, otros componían, bajo la mirada áspera y desdeñosa de los amos de la colonia, poemas en que se evocaban rebeldías bíblicas o se fustigaba la soberbia de extranjeros déspotas, poemas cuya alusión al drama nacional reconocía enseguida el nativo y que servían de alivio y de estímulo al alma revolucionaria en su obligada clausura. (...) Atraviesa la poetisa el apogeo de su gloria. Martí, Varona, Tejera, le prodigan elogios. (...)El último amor de Safo es en opinión general de los críticos la mejor de las obras de Mercedes Matamoros. Lo componen veinte sonetos que consagran a la autora entre los grandes cultivadores de este género poético. Sus versos son fáciles, armoniosos y rotundos. Cada soneto dentro del poema encierra un pensamiento completo y se enlaza con los anteriores y con los siguientes solamente por el estado anímico que representa dentro del proceso de la pasión sentida por la protagonista de la obra. Algunos son primorosas joyas que se diría labradas para lucimiento de antologías si no se supiera que la autora, enemiga del artificio hasta hacer un culto de la expresión primigenia, los escribió con su presente compostura y se negó a introducir en ellos modificaciones de forma que críticos amigos le aconsejaron después de leer por primera vez el poema. (...) Réstanos analizar parte de su labor literaria que, aunque menos valiosa, es necesario tenerla en cuenta si se quiere dar una impresión completa de la obra poética de Mercedes Matamoros. Nos referimos a la poesía patriótica, inspirada por un vehemente amor por Cuba que ella condensó en la contestación que diera a una encuesta hecha por «El Fígaro»: «-¿Si usted no fuera cubana, en dónde quería haber nacido?» «-Si yo no hubiera nacido en Cuba, quisiera haber nacido en Cuba.» Esto en cuanto a su amor por Cuba, que en cuanto a su idea de lo que es la Patria la encontramos definida en una estrofa de la Sensitiva XX: «Bastarán una flor, una armonía, para acordarte de la ausente patria, Ella es tu madre, y por la madre siempre derrama el hombre sus mejores lágrimas.» Fue Mercedes Matamoros uno de los 'poetas de la guerra'. Su alma grande, llena de todos los amores, no podía contemplar impasible la epopeya gloriosa que regaba de sangre los campos de Cuba. Su lira no podía permanecer muda ante los dolores de sus compatriotas, ante las victorias de la Tiranía, ante aquel cuadro de horror que ofrecía la Reconcentración. Y le arrancó notas tristes para cantar a los mártires y sonidos guerreros para cantar a los héroes, y lágrimas amargas para llorar con la familia cubana, y estrofas henchidas de esperanzas en el porvenir de la Patria. Los sonetos de Mercedes Matamoros merecen consideración aparte. En ellos alcanzó su mayor perfección formal. En ellos encajó descripciones y fantasías imperecederas. La Tempestad, escrita después de su primer largo silencio ocasionado por calamidades domésticas, es un lienzo sobrio y viril en que aparece la figura del Primer Almirante en primer plano, frente a la chusma atemorizada ante el gesto sereno con que acoge al par la inclemencia de los hombres y la de los elementos; «Que al bramar de los vientos desatados, entre la sombra que oscurece el día, y al choque de los mástiles lanzados por el vívido rayo al hondo abismo, tranquilo el genio está, porque confía en su inmenso poder, como Dios mismo.» Referencias Cuba Literaria - http://www.cubaliteraria.cu/autor/hortensia_pichardo/mercedes.html Cuba Literaria - http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=14171&idseccion=84

Carmen Alicia Cadilla

Carmen Alicia Cadilla Poetisa puertorriqueña, nacida en Arecibo en 1908. Autora de una producción lírica que, por su hondura y brillantez, ha sido traducida a los principales idiomas del mundo, está considerada como una de las grandes voces de la poesía femenina puertorriqueña del siglo XX, junto con Julia de Burgos y Clara Lair. Además, en compañía de estas dos autoras se ha distinguido también por su encendida defensa de la promoción de la mujer en la isla antillana. Alentada desde muy temprana edad por una acusada vocación poética, Carmen Alicia Cadilla se dio a conocer como escritora por medio de unas composiciones primerizas que publicó en la revista Puerto Rico Ilustrado. A partir de entonces, su compromiso con la literatura difundida a través de publicaciones periódicas se mantendría firme a lo largo de toda su andadura literaria, de tal modo que gran parte de su producción lírica habría de quedar diseminada por gran cantidad de periódicos y revistas culturales. Esta vinculación con la prensa periódica se consolidó definitivamente tras los estudios periodísticos que la joven escritora pudo seguir en la vecina isla de Cuba, merced a una beca otorgada por el gobierno de su propio país. Posteriormente -y ya de nuevo en suelo puertorriqueño-, hizo valer esta formación periodística en calidad de directora de la revista Alma Latina, de donde pasó a ejercer las funciones de redactora -gracias a su condición de funcionaria del Departamento de Instrucción Pública- en dos publicaciones dirigidas a los jóvenes lectores antillanos: el rotativo Escuela y la revista Semana. Por aquel entonces ya habían visto la luz sus primeras entregas poéticas, iniciadas por el volumen de versos titulado Los silencios diáfanos (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1931), al que siguieron los poemarios Lo que tú y yo sentimos (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1933) y, al año siguiente, Canciones en flauta blanca (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1934), obra que ya contaba con el respaldo de algunos de los grandes poetas hispanoamericanos contemporáneos, como la chilena Gabriela Mistral, autora del prólogo que lo encabezaba. Aunque un gran número de composiciones líricas de la escritora de Arecibo quedó impreso en los rotativos y revistas ya mencionados en parágrafos anteriores, lo cierto es que Carmen Alicia Cadilla recogió otros muchos poemas propios en sucesivos poemarios que fue dando a la imprenta en forma de libros autónomos; así, el resto de su producción poética se compone de otros títulos como Raíces azules (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1936), Litoral del sueño (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1937), Zafra amarga (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1937), Voz de las islas íntimas (Santo Domingo [República Dominicana]: Editora Montalvo, 1939), Diapasón (Mendoza [Argentina]: Brigadas Líricas, 1939), Ala y ancha (La Habana [Cuba]: Ediciones "La Verónica", 1940), Antología poética (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1941), Alfabeto del sueño: poesía niña (San Juan de Puerto Rico: Imprenta Venezuela, 1956) y Entre el silencio y Dios (San Juan de Puerto Rico: Ediciones Juan Ponce de León, 1966). Además, es autora de un extraordinario poemario inédito, Calendario lírico de Puerto Rico, que en 1964 fue galardonado con el primer premio de poesía en el V Certamen Literario Panamericano. Lógicamente, esta extensa e interesante producción literaria le ha valido a la autora de Arecibo otros muchos honores y reconocimientos, entre los que resulta obligado recordar el primer premio en el Certamen del Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos, concedido en la ciudad norteamericana de Nueva York en 1966. Todas estas distinciones contribuyeron a acentuar su presencia en el panorama artístico e intelectual de su país a mediados del siglo XX, donde se destacó como miembro de la Sociedad de Mujeres Periodistas de Puerto Rico y de la Sociedad de Autores Puertorriqueños. A grandes rasgos, en la evolución estilística y temática de Carmen Alicia de Cadilla es fácil señalar una primera y pronunciada influencia de los modelos postmodernistas, que pronto dio paso a la asimilación de las nuevas formas vanguardistas para acabar situándose de lleno en los límites estéticos del movimiento atalayista. Sin embargo, dentro de ese peculiar tono poético, específicamente suyo, que mira siempre hacia su propia intimidad y analiza los pequeños hechos que la rodean (por insignificantes que puedan parecer), Carmen Alicia de Cadilla supo evolucionar personalmente hacia la recuperación de viejas fórmulas románticas todavía aptas para la expresión de ese sentimiento íntimo procedente de su pequeño mundo interior. Entre los temas más representativos de su obra, destacan la alabanza ante la contemplación del mundo, el deseo de alcanzar una vida idealizada y la exploración minuciosa de los sentimientos amorosos. Y en lo tocante a los aspectos formales, tal vez el hecho más significativo radique en la brevedad de que hacen gala casi todas sus composiciones. Referencias www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=cadilla-carmen-alicia




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