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La hoguera pone al campo de la tar… unas astas de ciervo enfurecido. Todo el valle se tiende. Por sus… caracolea el vientecillo. El aire cristaliza bajo el humo.
Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne,
Ya viene la noche. Golpean rayos de luna sobre el yunque de la tarde. Ya viene la noche. Un árbol grande se abriga
Yo no quiero más que una mano; una mano herida, si es posible. Yo no quiero más que una mano aunque pase mil noches sin lecho. Sería un pálido lirio de cal.
Leñador. Córtame la sombra. Líbrame del suplicio de verme sin toronjas. ¿Por qué nací entre espejos?
Las manos de mi cariño te están bordando una capa con agremán de alhelíes y con esclavina de agua. Cuando fuiste novio mío,
Coches cerrados llegaban a las orillas de juncos donde las ondas alisan romano torso desnudo. Coches que el Guadalquivir
Dicen que tienes cara (balalín) de luna llena. (balalán.) Cuántas campanas ¿oyes?
Agosto. Contraponientes de melocotón y azúcar, y el sol dentro de la tarde, como el hueso en una fruta.
Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie. ¡Cómo temblaba el farol! Madre.
En el blanco infinito, nieve, nardo y salina, perdió su fantasía. El color blanco, anda, sobre una muda alfombra
Sobre el cielo verde, un lucero verde, ¿qué ha de hacer, amor, ¡ay!... sino perderse? Las torres fundidas
Lucía Martínez. Umbría de seda roja. Tus muslos como la tarde van de la luz a la sombra. Los azabaches recónditos
¿Cómo fue? —Una grieta en la mejilla. ¡Eso es todo! Una uña que aprieta el tallo. Un alfiler que bucea
Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris,