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Me han traído una caracola. Dentro le canta un mar de mapa. Mi corazón se llena de agua
La luna clava en el mar un largo cuerno de luz. Unicornio gris y verde, estremecido, pero extático. El cielo flota sobre el aire
Los caballos negros son. Las herraduras son negras. Sobre las capas relucen manchas de tinta y de cera. Tienen, por eso no lloran,
Sábado. Puerta de jardín. Domingo. Día gris. Gris.
Lámparas de cristal y espejos verdes. Sobre el tablado oscuro, la Parrala sostiene una conversación
El magnífico sauce de la lluvia, caía. ¡Oh la luna redonda sobre las ramas blancas!
Crótalo. Crótalo. Crótalo. Escarabajo sonoro. En la araña
El grito deja en el viento una sombra de ciprés. (Dejadme en este campo, llorando). Todo se ha roto en el mundo.
Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de cor… que lleva en el dorso una almendra… Peces de arsénico como tiburones,
Esquilones de plata Llevan los bueyes. —¿Dónde vas, niña mía, De sol y nieve? —Voy a las margaritas
La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido
La primera vez no te conocí. La segunda, sí. Dime si el aire te lo dice.
Oye, hijo mío, el silencio. Es un silencio ondulado, un silencio, donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar