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IV. La música

En un pentagrama de sueños y quimeras,
donde corcheas danzan sin pesas,
comienza la sinfonía del a vida,
con notas que el alma siempre cautiva.
 
Do mayor, la melodía se despliega,
como un río de arpegios que se entrega.
Susurra el viento en clave de sol,
mientras el corazón late sin ton ni son.
 
En el compás del tiempo, un verso surge,
como la redonda que al alma urge.
La música del amor, un vals eterno,
donde semicorcheas y tresillos son un tierno invierno.
 
La negra simboliza a añoranza,
de un amor que en el alma avanza.
En el pizzicato de la nostalgia,
resuena la tristeza con su armonía.
 
Entre líneas de partitura y deseo,
la fusa y semifusa trazan su trofeo.
Ritmos que bailan en el pentagrama,
como danzas secretar que el ser ama.
 
En la clave de fa, se escribe el destino,
con un staccato de esperanza en el camino.
La partitura del alma se revela,
en sonatas secretas que el corazón sella,
 
Todas forman parte de las voces de la primavera.
Cada figura se hace notar con delicadeza.
Marchan en orden, pero no de manera cualquiera.
Sino al ritmo que indica la vida, una gran compañera
 
Y así, en este concierto de la existencia,
donde cada nota es una experiencia,
la sinfonía de la vida se completa,
con acordes de amor que el alma interpreta.

Referencias a varias figuras musicales, tonalidades y la pieza Frühlingsstimen (voces de la primavera) de Strauss II

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