#EscritoresCubanos
Yo puedo hacer, puedo hacer De esta desdicha una joya; ¡Pero me la habrán de ver!— No, vive Dios: ¡paso atrás! Mi pena es mi hija: ¡mi hija
Frente a las casas ruínes, en los… Sacros lugares donde Franklin bue… Citó al rayo y lo ató, por entre t… Muros, cerros de piedra, boqueante… Fosos, y los cimientos asomados
Hijo, en tu busca Cruzo los mares: Las olas buenas A ti me traen: Los aires frescos
Una virgen espléndida –morada de un sol de amor que por sus negr… pregunta, abraza y acaricia, versos me pide, versos de mujeres. ¡Arrullos de paloma, murmullos de…
Como taza en que hierve De transparente vino En doradas burbujas El generoso espíritu; Como inquieto mar joven
Aquí está el pecho, mujer, Que ya sé que lo herirás; ¡Más grande debiera ser, Para que lo hirieses más! Porque noto, alma torcida,
Oh, qué vergüenza! El Sol ha ilum… La Tierra; el amplio mar en sus e… Nuevas columnas a sus naves rojas Ha levantado; el monte, granos nue… Juntó en el curso del solemne día
De África cuentan ahora muchas cosas extrañas, porque anda por allí la gente europea descubriendo el país, y los pueblos de Europa quieren mandar en aquella tierra rica, donde con el ca...
Sí! yo también, desnuda la cabeza De tocado y cabellos, y al tobillo Una cadena lurda, heme arrastrado Entre un montón de sierpes, que re… Sobre sus vicios negros, parecían
Vino el amor mental: ese enfermizo Febril, informe, falso amor primer… ¡Ansia de amar que se consagra a u… Como, si a tiempo pasa, al bravo a… Vino el amor social: ese alevoso
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado...
Homagno sin ventura La hirsuta y retostada cabellera Con sus pálidas manos se mesaba. “Máscara soy, mentira soy, decía; Estas carnes y formas, estas barba…
El rayo surca, sangriento, El lóbrego nubarrón: Echa el barco, ciento a ciento, Los negros por el portón. El viento, fiero, quebraba
¡Cuentan las cosas con tantas palabras raras, y uno no las puede entender!: como cuando le dicen ahora a uno en la Exposición de París: «Tome una djirincka—¡djirincka!—y vea en un momen...
Yo tengo un amigo muerto Que suele venirme a ver: Mi amigo se sienta, y canta; Canta en voz que ha de doler. “En un ave de dos alas