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Dos caras

Reflejo de mis dos caras, iluminan mi espejo.
Bello rostro tuve ayer, en  una época floreciente.
Y hoy, mi rostro con profundas arrugas,
surgidas de las  antiguas batallas.
Gloriosas carnes de mi ser, fueron antaño  firmes y jugosas.
Hoy convertidas en flojos músculos, de fascias reprimidas.
Con la primera maravilla del mundo, mi taco galopante,
ganaba las batallas de pasión,  hoy taco de una sola batalla al día,
y si le apetece a su señoría.
Atrás quedaron mis días de juventud,
amores disfruté  de todas las clases sociales,
de distintos intelectos y bellezas.
Hoy los días les llevo placenteros,
con mis acaudaladas riquezas.
Solo hoy  mi arcaico cuerpo  se encuentra
en la más misera decadencia.
Ni el mejor “matasanos” tentándolo con mi oro,
sería capaz de añadirle, si no  un mínimo  vigor,
a este pobre pordiosero cuerpo;
rico antaño con su energía inacabable,
gozando de aventuras y desventuras,
con las mujeres más bellas.
A Dios pongo por testigo: haber sido
Atrás quedaron esos viejos tiempos, de duelos por mi honor.
En ninguno me acobardé, saliendo siempre vencedor.
Ninguno de ellos acerco mi templo a la ceniza.
Que eso de ser un día finado ¡ea!
es poner tu nombre en una lápida.
 
Jlvi

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