Hay algunos que aman al miedo,
se deshacen en excusas, buscando ocuparse de lo inútil,
siendo fantasmas en su propio corazón.
Se arrinconan en los “por si acaso” y los “por si fuera”,
en los “no quiero” y rechazan cada palabra que los saca de su certeza.
No saben que lo cierto es quimera,
que bajo sus pies se mueve la tierra, constante y artera;
que quien se planta ante lo incierto, con el pecho abierto
y la cara llena de “que sea lo que Dios quiera”,
juegan siempre con las fichas que cambian la suerte,
aunque no sea a la primera.
Qué rabia da la desilusión de ver cómo se entregan al miedo,
a lo absoluto, a lo resuelto tras conclusiones baratas;
que rabia ver que olvidan la batalla que vinieron a dar a esta tierra.