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Tempestad

Tempestad, tempestad,
qué ángel terrible nos azota con su canto,
resguardemos los corazones
como el rebaño al cerrar la tarde.
 
Vientos oscuros que azotan
la numerosa sombra de la carne.
¿A dónde marchan? ¿De qué paraje
proviene el griterío de sus voces?
 
Marche el deseo,
suelte sus amarras,
semejante al fuego que se extinga,
igual al tronco que crezca y caiga
el cuerpo ausente
de aquella gloria.

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