Albor primero vino a despertarme.
La mañana mansita entró a mi pieza.
Aquí está reluciente y conmovida
como una absolución, el alma intensa.
Añejas devociones voy cruzando.
Oran por mí las santas arboledas.
Nuevo como quien viene de un cariño
desando mi existencia y mis callejas.
Crece como una luna mi silencio...
Los minutos más viejos están cerca.
Asoma mi niñez sobre las tapias...
¿A quién le pido un canto en la hora espléndida?