Un cupo de lágrimas roza mi bermeja y exangüe piel.
Mi ser, cansado de llorar, de lanzar lánguidos gritos al aire,
que parece ser que todos son incapaces de escucharlos;
y de recordar una y otra vez, un atávico amor,
con la capacidad suficiente para opacar el más infausto óbito
con el solo hecho de nombrarlo.
Me encuentro solo, ni mi alma me acompaña,
creo que se fue a reír,
dejando a un cuerpo abandonado en un mundo de soledad.
Afuera hay una asaz lluvia que ensordece mi alma,
y que mis baldados ojos aún pueden contemplar.
¿Cuánto tiempo aguantaré está amarga soledad?
No hay destino, nos reina el azar.
El tiempo parece detenerse por instantes.
Ya no hay tiempo, solo olvido.
Solo tristeza recuerdo ya en las largas noches de ayer.